El inicio de la película nos muestra a un anciano mirando por la ventana, que rompe a llorar. La imagen demoledora del exterior presagia el drama que vamos a ver. La foto fija de las vistas desde el balcón de la casa te enfrenta con el presente, con los estragos que la guerra ha causado en los edificios, y con el pasado, con los naranjos que decoran la calle, reflejo de tiempos mejores y ajenos a la sinrazón humana.
La película ante todo me ha sugerido la fragilidad de las personas que se ven envueltas en conflictos bélicos cuyos intereses les son ajenos. Y esa fragilidad se muestra en la fe que los personajes tienen en su refugio, la casa en la que han transcurrido sus vidas y les ha dado seguridad, pero que ahora no es más segura que la cáscara que protege a un caracol en medio de una manada de elefantes. Sólo el recurso de aferrase a las rutinas, hacer deberes, tomar un té, limpiar la casa…tareas con las que la protagonista trata de mantener ocupados a los miembro de la familia, les proporciona esa sensación de seguridad, que es ficticia.
Y en esta situación límite que viven los personajes, la historia nos plantea los dilemas trascendentales a los que el espectador deberá dar respuesta, ¿irse o quedarse?, ¿empezar de nuevo y vivir o no permitir que te echen de tu casa y arriesgarte a perder la vida?, ¿salir en ayuda del vecino abatido o callar y quedarte con la duda de si estará vivo? y por último, ¿te esconderías, como Oum Yazam o te sacrificarías por el resto, como Halima?
Un saludo a todos.