Una película compleja y desconcertante, de esas que te dejan pensando durante tiempo. Y no podía ser menos siendo el guión del magistral Guillermo Arriaga.
Nos cuenta la historia de un hombre y un muchacho, de estratos sociales diferentes, pero ambos marcados por un pasado, del que sutilmente nos proporcionan información, dejando suficientes huecos que tendrán que ser rellenados por el espectador. (Y por lo oído en el foro posterior las opciones fueron muchas y variadas).
La condición homosexual de Armando para mí queda en un segundo plano. Siento que lo importante es la atracción que surge entre los dos protagonistas, que ven en el otro un reto y les urge la necesidad de someter al otro. Mientras esto ocurre, van reconociendo en el otro sus mismos miedos y frustraciones que manan de las relaciones con sus respectivos padres.
El final, también abierto a la imaginación del espectador, nos deja con muchas preguntas, pero pienso que no podría ser otro que el que nos presentan, por la propia condición y circunstancias de los protagonistas.
Veladamente nos muestra la situación social de Venezuela, que discurre paralela a la colombiana, donde los políticos están más centrados en enriquecer sus egos y bolsillos, que en la educación y protección de los ciudadanos, sobre todo de aquellos que tienen menos, y a los que no deja más opción que la simple supervivencia.
Lo vimos ya en la anterior película Matar a Jesús, donde para muchos jóvenes la vida no tiene valor alguno, porque para ellos vivir un día más es un triunfo, un milagro, y carecen de esperanza.
Saludos.