Hola a todos: Es un placer escribir de nuevo en nuestro querido foro, que estrena formato -lo cual es bueno porque la intención es ir con los tiempos y mejorar en todo lo que se pueda, aunque no sin esfuerzo-.
Me gustó mucho la película ‘Los exámenes’, y he leído con interés las colaboraciones de Eva, Nicolás y Pedro, las cuales me parecen acertadas desde ese punto de vista, es decir, la herencia de regímenes totalitarios anteriores. En las tres colaboraciones se culpa a los gobiernos y a la Sociedad. Aunque comparto las opiniones leídas voy a expresar una diferente con la que tal vez me siento más identificado.
El director, Cristian Mungiu, mezcla con gran precisión la situación de Rumanía y el interior de sus personajes. Como en tantas ocasiones, los directores no plantean soluciones a nada, sino que nos transmiten dilemas morales que buscan más causar impresión, que una respuesta. Y siempre lo consiguen, ya que en los debates no hay unanimidad, y eso es interesante. Buscan causar efectos y sensaciones en el ánimo de los espectadores y suscitan opiniones, sentimientos y juicios que muchas veces no se pueden justificar, como me ocurre a mi ahora.
Thomas Jefferson -tercer presidente de los EE. UU.- dijo que “la clave de un buen gobierno se basa en la honestidad”. Honestidad. Esa es precisamente la palabra que yo quiero resaltar; la palabra y su significado, a nivel individual, de un individuo, como persona -con abstracción de los demás-, no de un gobierno, ya que el mal que hacen los hombres les sobrevive.
Honestidad es la virtud que consiste en decir la verdad, ser decente, recatado, razonable y justo. Desde un punto de vista filosófico, “es una cualidad humana que consiste en actuar de acuerdo a como se piensa y se siente (coherencia)”. Se refiere a la cualidad con la cual se designa a aquella persona que se muestra, tanto en su obrar como en su manera de pensar, como justa, recta e íntegra. Quien obra con honradez se caracterizará por la rectitud de ánimo, integridad con la cual procede en todo en lo que actúa, respetando sobre todas las cosas las normas que se consideran como correctas y adecuadas en la comunidad en la que vive.
Pero como dijo Shakespeare “Ser honrado tal como anda el mundo, equivale a ser un hombre escogido entre diez mil”, y yo creo que en los tiempos de mi adorado William no había tantos habitantes como ahora, por eso yo, actualmente, escribiría ‘escogido entre un millón’. Podríamos hablar también de la moral, es decir, de lo que es conforme con las normas que una persona tiene del bien y del mal. ¡Oh, cielos! ¡las normas que cada uno tiene! ¿Quiere eso decir que uno puede subir o bajar el listón de su moral o de su honestidad, dependiendo de sus ‘necesidades’? Y también podríamos charlar sobre el cacareado ‘temor de Dios’ -hábilmente utilizado para manipular conciencias-, y de tantas y tantas cosas o normas que siempre que podemos adaptamos a nuestras ‘necesidades’. Normas, normas y normas; ya sean las que uno se impone a sí mismo, por las razones que sean, o las que impone la ‘democracia’ - esa “forma de sociedad que practica la igualdad de derechos individuales, con independencia de etnias, sexos, credos religiosos, etc.”- y que Ortega y Gasset definía como “la dominación tiránica del pueblo”, ya que nada tiene que ver con un liberalismo para el que no estamos preparados.
Podríamos extendernos mucho, muchísimo, en este asunto y el Sr. Mungiu estaría satisfecho por la controversia. El último gran párrafo de la colaboración de Eva es lo que todos deseamos que sea nuestra Sociedad, pero aún en ese ‘entorno maravilloso’, seguiría habiendo diferencias, abusos, demasiadas normas, egoísmo, etc. y se seguirían utilizando las vías ‘poco éticas’. Y se seguirían haciendo miles de horas extraordinarias -a pesar del paro-, y se seguirían solicitando becas a pesar de no necesitarlas -aunque siendo candidatos-, y se seguirían acuñando en todos los idiomas palabras como ‘aporofobia’ -una de las últimas aportaciones a nuestro diccionario, que significa “fobia a las personas pobres o desfavorecidas”-, y se seguirían rechazando ‘refugiados’, y...
Los exámenes, tremenda situación de ansiedad para muchos. La mala suerte hace que necesites una escayola y no puedas escribir, pero se considera que pudiera ser una argucia para ocultar ‘chuletas’ -al menos hasta que pongan rayos X en las aulas-. Eva escribe: “... y donde las personas fueran atendidas en sus necesidades, una chica que ha sido asaltada cuando iba camino de su instituto, y que como consecuencia de dicho asalto tiene un brazo roto que le impide afrontar un examen decisivo para su futuro, en el mismo tiempo que el resto de sus compañeros, no encontraría ningún obstáculo para que las instituciones atendieran la peculiaridad de ese caso concreto (¿una sociedad justa?).” Bien dicho, Eva. Pero... ¿y la chica a la que le ha coincidido la menstruación y se retuerce de dolor en su pupitre durante el examen? ¿debería conseguir más tiempo? ¿Y aquél que se ha pasado con los tranquilizantes y no da pie con bola? ¿Y aquel que hace frente a un episodio agudo de meteorismo, o le sobrevienen movimientos peristálticos incontenibles y precisa de una exoneración urgente? -y no del examen precisamente- ¿Y aquellos a quienes mamá natura no ha dotado lo suficiente para ser rápidos, y necesitan más tiempo?
A veces me miro en el espejo y digo: ¡Dime, espejito mío! ¿soy todo lo honesto y honrado que siempre digo que soy? Y él, espejo de última generación, me responde con una canción que dice ‘Put the blame on Mame’ (échale la culpa a Mame). Esta es una canción compuesta para la película ‘Gilda’ y cantada por Rita Hayworth en la mítica escena en la que se quita un guante. La letra dice que Mame fue la culpable del gran incendio de Chicago en 1871, de la tormenta de nieve de Nueva York en 1888, del terremoto de San Francisco en 1906 y de la muerte de Dan McGrew, personaje imaginario de un poema de Robert W. Service.
Mi conciencia puede estar tranquila, -o al menos continuar en su profundo sueño- porque es el gobierno el culpable de que, como dice Nicolás, algunos prefieran que no les cobren el IVA, o que les cuelen para hacer una prueba médica -sin preguntarse a quién he adelantado-, o...
Pero adornar la realidad solo diluye lo que deberíamos aprender de ella. Un saludo a todos,
Juanra