Hola, otra vez:
He leído con interés -como siempre- el comentario de Pedro Madrid, que me ha gustado mucho, sobre todo por lo que me aporta su ‘pensamiento a posteriori’- que no tiene desperdicio- y que trae ‘el miedo’ al interesante debate. Pensé contestar a tan jugoso comentario, pero prefiero compartir con todos lo que tengo que decir.
Miedo, miedo y miedo. El miedo, pienso, es la materia puente que primero ata a cada cual y después, según los optimistas, une a los seres humanos. No es la salud, por tanto, la que nos hará más solidarios, sino la enfermedad o el miedo compartidos. La catástrofe a la vuelta de la esquina hace ahora de todos nosotros vecinos, hermanos en la misma área de terror. Vecinos y enfermos de miedo.
La cultura norteamericana extendida por todo el mundo ha difundido un rico catálogo de acosos, desde los marcianos a los darwinistas, desde el Ébola a Sadam Hussein, “el Eje del Mal”, “el imperio del diablo”, la sacarina o el deshielo de los polos. No hay mejor modo de ganar espectadores que la alarma, y las audiencias han crecido y se han reproducido al compás de los géneros de terror, desde la guerra de los mundos hasta la guerra atómica o la ecológica.
¿Cómo puede extrañar, pues, que partiendo de los EE. UU. haya prendido el actual temor del desplome general de la banca, de las bolsas, la ruina de todas las familias y los pensionistas, la pérdida de los ahorros para siempre y el paro universal como nueva forma de inanición?
”El miedo que tienes -dice don Quijote- te hace, Sancho, que ni veas ni oigas a derechas; porque uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos (...) y si es que tanto temes, retírate a una parte y déjame solo.”
Antiguamente, se apoyaba la valentía como eje de conducción social; una sociedad sin valientes era impensable. Pero ahora es muy distinto, y en nuestros días no es vergonzoso sentir miedo ni tampoco manifestarlo. La idea de que el temor correspondía a los cobardes, a los débiles o las mujeres, se ha sustituido por una idea del terror o el terrorismo que se opone a la democracia, al humanismo y a la civilización. Ser un individuo civilizado comporta vivir tembloroso sobre un consciente estado de alarma.
Las tecnologías de defensa y vigilancia, las policías privadas, las urbanizaciones fortificadas, las videocámaras repartidas por la ciudad, incluso la medicina preventiva, son la expresión de un miedo en el sentido común. No será, por tanto, un miedo generado por la ‘turbación de los sentidos’ -que decía don Quijote-, sino producto mismo de la sociedad de la información.
¡Oh, cielos! La palabra ‘miedo’ da para mucho, y además... ¡da miedo!
Un abrazo,
Juanra